sábado, 4 de septiembre de 2010

Empresas y empresuchas

Tras un siempre breve periodo estival donde reinó la inactividad bloguera en nuestra travesía hacia Ítaca me dispongo con fuerzas en apariencia renovadas a retomar mis humildes ensayos en este, como yo lo llamo, blog de autor. Y no podría emprender de nuevo mi odisea sin previamente agradecerte, querido lector, que durante alguno de estos sesenta y dos días de meses veraniegos hayas hojeado estas páginas virtuales e incluso haya caído como del cielo algún bienvenido comentario. Desde estas líneas mi más sincero agradecimiento y mis deseos de seguir contando contigo en mi tripulación.

Por motivos con los que no pretendo aburrir a mis lectores debo admitir que esa inactividad estival se reduce exclusivamente a mi vida virtual, no a la laboral ni a la personal. Y es que, por temas de lo más variopinto, me he visto en la obligación de tratar, contratar y trabajar con un amplio número de profesionales de un extenso abanico de actividades. Compras, servicios, obras, no ha faltado de nada en estos dos meses en mi domicilio, y el motivo de mi texto es expresar a los cuatro vientos mi tremenda insatisfacción con la mayoría de estos que inmerecidamente se hacen llamar profesionales.

Pero no sufran, no es mi intención provocar sus inequívocos bostezos a través de mis batallitas, heroicidades y canalladas con estos colectivos. Mi única intención es invitarles a reflexionar sobre la archiconocida y archimencionada pequeña empresa, o empresuchas, que aunque debieran ser sinónimos, espero se capte el tono despectivo de esta última denominación. Y antes de que pasen ustedes al siguiente párrafo confío en aclarar que siento profundo respeto por las cosas bien hechas y que cualquier generalización que haga en las postreras líneas no olvida a las escasas y valoradas ovejas blancas que de vez en cuando asoman la cabeza entre los inmensos rebaños de ovejas negras.

En ocasiones mi limitada mente no alcanza a comprender cómo, especialmente en estos tiempos de aguda crisis, los funambulitas comerciantes abandonan por completo esa crucial parte del vaivén empresarial que la adquisición y mantenimiento de la clientela. Actos infames y fácilmente evitables y enmendables hacen pensar que al sobrado gerente de la empresa no-se-qué le da de lado el rechazar un cliente. Ya son muchas las empresas y particulares a los que este verano he despachado definitivamente, y no sin motivo, pues a la mayoría de ellas las hubiera mandado a paseo solamente con una cuarta parte de las faenas que recibí de ellos.

Únicamente soy capaz de contemplar dos posibilidades para este extraño comportamiento. Una es el excesivo corto plazo con el que se trabaja actualmente. Si hoy, con esta chapuza, me ahorro diez euros, me la suda que mañana no vengas a mí a gastarte cien. Opinión esta muy práctica para poder irme de copas esta noche pero quizá el mes que viene no tenga para poner un plato en la mesa.

La otra posibilidad es que yo y mi rencor seamos un bicho raro en este extraño mundo y lo usual sea que la gente olvide con celeridad las putadas recibidas y recurra una y otra vez al mismo grupo de incompetentes que meses antes le produjeron aquel profundo disgusto. Bien se dice que el hombre es el único ser que tropieza dos veces en la misma piedra, mas creo que estos dichos populares quedan muy bien en ocasiones puntuales pero no deben ser la tónica general que rija nuestras vidas. Sin ir más lejos un servidor tiene vetados más de una veintena de centros comerciales de mi ciudad por notables insatisfacciones con ellos.

Para terminar paradójicamente esta entrada inaugural del nuevo curso mando un mensaje de apoyo y admiración a la pequeña empresa. Aunque no lo parezca, siempre me han gustado, siempre he preferido el pequeño local donde se puede tener un trato más personal y personalizado que las inmensas moles donde tienes desde patatas fritas hasta impresoras láser. Por eso espero y deseo que vivan, que sigan dando guerra, que no permitan que las megasuperficies comerciales acaben con ellos, pero que, por favor, nunca olviden que su principal arma contra ellas es y será el trato cortés, afable y comprensivo ante su selecta clientela.