viernes, 27 de julio de 2012

Reto de acrósticos

Desde Café de Menta hemos tenido la idea de proponer un reto a todo aquel que esté dispuesto a confeccionar un acróstico con el nombre de su blog. Las reglas son muy sencillas, las podéis leer en la entrada dedicada a este reto. Yo, por mi parte, ya hice hace algún tiempo un acróstico presentando el nombre de este humilde blog, que podéis ver aquí. Podéis observar que he colocado en el sidebar (a la derecha) el banner correspondiente.

Como en todo reto que se precie hay un premio (además de la propia satisfacción personal de haber construido este complejo recurso literario), y es un diploma conmemorativo y personalizado que, por supuesto, yo ya tengo. Aquí lo tenéis:

Haz click en la imagen para agrandarla

¿Qué? Es chulo, ¿verdad? Pues nada, quien quiera uno solamente tiene que apuntarse al reto pinchando aquí. ¡Ánimo, que no es tan difícil!


sábado, 21 de julio de 2012

Cercenaduras educativas

Pensaba titular esta disquisición con las palabras “Recortes educativos”, pero como este primer vocablo no tiene a día de hoy ni una sola connotación positiva he pensado que cualquiera que leyera ese encabezado me iba a mandar de forma instantánea a freír morcillas, así que he buscado en los sinónimos del Word (sí, todos lo hemos hecho alguna vez, que nadie me lo niegue) y me ha salido la palabra cercenadura. No la conocía, así que de golpe he conseguido un enunciado algo más original y, de paso, aprender una palabra nueva, que nunca está de más. En cualquier caso lamento decir que sí, en efecto, tengo la intención de hablar (brevemente) de recortes.

Mi única intención es proporcionar al lector un punto de vista desde uno de los afectados, un profesor de secundaria. Quiero aclarar, antes de nada, que esto será una opinión de una única persona, uno de los varios miles de profesores y maestros que, de momento, hay en este país, aunque, sinceramente, creo que no seré el único con esta particular visión.

Se ha oído mucho de las quejas del gremio y da la impresión de que nuestra preocupación primordial es el sueldo, que solamente nos afecta el dinero y que no nos toquen la nómina. O también que hemos de impartir más horas de docencia y no nos quedará tiempo para tomarnos el café de media mañana. Quizá no me crean, pero aseguro que esos son los menores de mis recelos. No digo que no me importe, pues sería del género idiota elegir cobrar menos y trabajar más pudiendo ser al revés, pero son infinitamente más relevantes las pésimas condiciones que está adquiriendo uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad: la educación.

Lo que mucha gente desconoce es que existen otras muchas medidas que a quienes afectan es a los propios estudiantes. Se aumenta el número de alumnos por aula, se prescinde de una amplia cantidad de horas de apoyos y refuerzos para los chicos con más dificultad, se mete la tijera en adquisición de materiales, libros, bibliotecas, informática, fotocopias... Podría seguir pero creo que sobran explicaciones. Lo que quiero decir y sentenciar es que los que van a recibir la peor parte de todo este sistema de intentos de mejorar España son ellos, sus hijos, nietos, hermanos, sobrinos. Hablando por mí, afirmo sin que me tiemble la voz (o los dedos tecleando) que hago todo lo que está en mis manos por poder transmitir a cada uno de mis pupilos mis básicos conocimientos; y las escasas horas de que he podido disponer entre clase y clase, a las que añado otras muchas en casa, han ido siempre destinadas a preparar sesiones, ejemplos, ejercicios, exámenes..., todo siempre en beneficio del alumno.

Ahora bien, si, por ejemplo, me restringen brutalmente el número de fotocopias de que puedo  disponer, ¿de qué me sirve preparar tres completas caras de ejemplos y ejercicios resueltos si el riesgo de pasarme del cupo permitido me va a imposibilitar entregar un ejemplar a cada escolar? De nada servirán ahora las nuevas tecnologías, la apasionante posibilidad de proyectar o trabajar de forma virtual los contenidos será ahora una utopía por falta de computadoras o de proyectores. Por no hablar de esos alumnos que no pueden (o no quieren) seguir el ritmo de la clase. Hasta ahora, en determinadas materias, había profesores que podían tratarlos aparte; ahora, me temo, tendremos que estar en clase con 35 ó 40 chicos, algunos con un nivel normal, otros con ganas pero sin nivel, otros sin ganas y otros sin tan siquiera dominar el idioma. No seré yo quien tire la toalla, seguiré exprimiéndome al máximo para intentar inculcar en esas 35 ó 40 cabecitas todo lo que pueda, pero cualquiera entenderá que no puedo garantizar el éxito.

No nos podemos olvidar de que, de aquí a unos años, de estas aulas deberán salir no solamente los médicos que nos curen y los arquitectos que construyan nuestras viviendas, sino también el mecánico que arregle nuestro viejo vehículo o el fontanero que repare ese conducto atascado en el lavabo. Quizá suene a tópico, pero no se puede pretender que una semilla origine un árbol que proporcione buena fruta si no se ha regado y abonado de forma adecuada.

Así pues espero que el amable lector que haya perdido cinco minutos de su valioso tiempo leyendo estas reflexiones, cuando escuche quejas, manifestaciones y reivindicaciones varias por parte de nuestro gremio, no nos tache radicalmente de peseteros y egoístas de buenas a primeras ni nos haga el blanco de sus dardos. Entiendo perfectamente que quien está en el paro y le cuesta llegar a fin de mes vea, a bote pronto, infundadas nuestras críticas, pero espero que la gente pueda entender que existen muchos profesores que están realmente preocupados por la preparación de las generaciones venideras. O al menos uno.

lunes, 16 de julio de 2012

Yo reciclo, tú reciclas, ¿él recicla?


Vaya por delante, antes de que ninguna mente perversa y ávida de criticar tenga tiempo de reaccionar negativamente, que soy el primero que comprende, apoya y defiende el concepto del reciclaje. Y jamás, repito, jamás me verá nadie apoyarme en acciones inmorales ajenas para justificar las mías propias. Ya que solemos quejarnos cuando nos introducen en una comparativa en la que somos netamente inferiores, no vayamos ahora a meternos nosotros mismos en confrontaciones por el mero hecho de sentirnos en ventaja.

Dicho esto paso sin demora a tratar el tema con el que presento la entrada, la archiconocida y repetida durante los últimos años importancia por reciclar. Es cierto que nos estamos cargando este castigado planeta donde habitamos, es cierto que no pensamos en las consecuencias de nuestros actos, es cierto que nos olvidamos de la cantidad de árboles precisos para que ese paquete de folios que hay sobre el escritorio haya llegado hasta ahí. Por tanto, el primer mensaje que deseo transmitir es reiterar este hecho fundamental en la correcta conservación del planeta.

Ahora bien, una vez todos nosotros, los ciudadanos de a pie, nos hemos comprometido a interceder por el medio ambiente y colaborar en la medida de nuestras posibilidades, estamos en disposición de preguntarnos quién o quiénes tienen un mayor porcentaje de responsabilidad en el cuidado de nuestra naturaleza. Habría que encargar un estudio exhaustivo para dar un dato fiable, pero, a ojo de buen cubero, apostaría a que lo que está a nuestro alcance, como separar papel, vidrio y plástico del resto de basura, no supone ni el veinte por ciento de las posibilidades globales. A continuación les pondré en una situación que de buen seguro a muchos les resultará un tanto familiar.

Llegados a la caja menos concurrida de nuestro hipermercado habitual (que luego, infaliblemente, resultará ser la más lenta), cuando al fin comienza a pasar nuestra compra la simpática cajera, con una fingida sonrisa de oreja a oreja, nos pregunta si vamos a necesitar bolsas para llevar toda nuestra compra. ¡Mierda! Hemos olvidado por completo que cobran las bolsas. Sí, es cierto que son escasos céntimos lo que nos va a cobrar por ellas, pero sigue sin dar ningún gusto abonarlos. Solicitamos a la chica que nos proporcione dos o tres bolsas, a la vez que lanzamos unos comentarios en un tono simpático pero con un trasfondo evidente de queja por esa nueva normativa. La cajera, adoptando una recién adquirida actitud ecologista y con el mismo tono simpático que ha recibido, nos explica amablemente que el centro quiere luchar contra el uso desmesurado de plástico. Nada convencidos pero resignados cerramos la boca y comenzamos a embolsar.

Lo paradójico del asunto es que mientras preparamos nuestra compra para llevarla a casa nos damos cuenta de que las magdalenas, esas que llevamos comprando toda la vida, vienen envueltas de forma individual. Esto sí que es un gasto inútil de plástico, pensamos. Y, sacando a relucir interiormente nuestro espíritu naturalista, nos proponemos que, en la próxima compra, cambiaremos de marca de magdalenas. Todo sea por el planeta.

Pasan los días y de nuevo nos encontramos en el pasillo de la repostería llenando el carro. No hemos olvidado nuestra promesa, así que echamos un vistazo rápido a todas las marcas de magdalenas que hay en la estantería. La sorpresa no es pequeña cuando descubrimos que la inmensa mayoría de estos productos van envueltos de forma individual, o, a lo sumo, de dos en dos. Solamente visualizamos una marca que no lo hace así, y casualmente resulta ser esa marca que catamos hace un tiempo y que sabía a pies. Decidimos darle otra oportunidad y volver a comprarla, para que no se diga que no somos persistentes en el cuidado del medio ambiente.

Pero seguimos avanzando pasillos con nuestra garabateada lista de la compra en la mano y, al ser ahora más observadores, vemos que los mondadientes también van envueltos de uno en uno, que el pan de molde lleva dos capas de bolsa, que el queso en lonchas lleva una lámina entre cada una para  su mejor despegue, que los formatos pequeños de ciertas conservas vienen agrupados de tres en tres con una envoltura plástica... En fin, seguro que más de uno sería capaz de darme varios ejemplos añadidos de situaciones similares.

Uno se queda con cara de pringado y piensa que si el centro comercial está tan concienciado con el medio ambiente, ¿por qué no exige a sus marcas que se apliquen el cuento? Obviamente el centro no está dispuesto a perder ventas, así que quizá lo intente, pero si la marca es buena y les proporciona ganancias no la va a apartar de sus lejas por más que no se comprometa con el planeta.

martes, 10 de julio de 2012

Las consecuencias de la fama


Después del recurrente bombo que se ha dado con la Eurocopa, con “la roja” y con el fútbol en general no creo que a nadie le interese la opinión de un servidor sobre el juego de las distintas selecciones, por lo que me había propuesto no tratar el tema en el blog. No sufran, no he cambiado de opinión. Simplemente reconozco que la inspiración me ha venido de dicha competición y, sobre todo, de los comentarios que ésta ha provocado en media España. En concreto han tenido casi tanta repercusión como el propio deporte los desafortunados comentarios de cierta periodista de cierta cadena, novia de cierto portero de cierta selección que viste de rojo. Imagino que todos sabrán de quién hablo (o escribo); si no es así, lo siento, pero en mi opinión no se merece que mis trabados dedos tecleen los caracteres de su nombre sobre esta entrada. En cualquier caso ese nombre y ese apellido no son relevantes para la idea que les quiero transmitir.

El caso es que dicha persona ha sido centro de innumerables burlas en diversas redes sociales, o al menos ese es el dato que ha llegado a mis oídos, pues soy francamente poco asiduo a esos sitios virtuales. Mas no se confundan, no es esto lo que tengo intención de atacar, es más, si acaso apoyaría que el sentido del humor sea el común denominador de cualquier opinión o crítica que haya que dar. Pero parece ser que no todo el mundo opina así; es más, hay quien parece haberse sentido infinitamente más ofendido que la susodicha “periodista” y la ha defendido a capa y espada cual si le fuera la vida en ello. Que si todos comentemos errores, que si nadie es perfecto, que si no se valora el trabajo de la gente,... Sí, hombre, hasta ahí estamos todos conformes, pero...

Ya, ya lo tuvieron que decir. Que se la critica con especial saña por ser además un personaje popular. Especialmente popular desde que sale con ese cierto portero con el que se besó en directo en cierta final de cierto mundial. No negaré que esperaba esa justificación, no me pilla de sorpresa que se amparasen en esa excusa para solicitar que se busque otro objetivo a quien apuntar. Ante estos intentos de desvíos de punzadas verbales o escritas quisiera puntualizar un par de cuestiones.

Por un lado, si los errores existen no veo nada de malo en darlo a conocer. Que todos los cometemos es un hecho más que evidente, pero eso no debe ser un amparo, un refugio donde no nos moje la lluvia de críticas, insultos o acusaciones. Si un médico yerra al operar a un paciente y el resultado de la intervención no es satisfactorio no creo que el afectado diga: “No pasa nada, todo el mundo se equivoca”. Y esto es extrapolable a cualquier oficio; en unos los fallos se pagan más caros, en otros son fácilmente subsanables, pero no debemos barrerlos bajo la alfombra y hacer como si nada hubiera pasado.

Pero quizá lo que realmente me revienta de estos comentarios es cuando se menciona que las malas lenguas van más afiladas por el hecho de tratarse de alguien famoso, y cuando digo famoso me quiero referir a una fama lograda por hechos ajenos (al menos de forma directa) a su trabajo. Con todo no voy a negar esa afirmación; es completamente cierto que ante los personajes populares todo se magnifica, tanto las palabras de apoyo y agradecimiento como los cuchillos verbales. Pero eso, pese a quien le pese, es lo que corresponde, es el precio que hay que pagar por esa fama y la multitud de consecuencias positivas que conlleva. Si un humilde profesor de instituto se equivoca al corregir un examen tendrá críticas, mas podrán ser a lo sumo veinte o treinta y de buen seguro nunca será trending topic, jamás equiparable a los miles de twits que recibirá un desliz no tan anónimo, más aun si resulta divertido para el público. Como digo, es un anexo inseparable del concepto de famoso que el popular individuo tendrá que aceptar si pretende seguir disfrutando de esa selecta condición en la que se encuentra inscrito.

¿Merece la pena pagar ese precio por poder llevar colgada la etiqueta de “famoso”? ¿Las incesantes y molestas hasta grado extremo críticas compensan suficientemente las ventajas que esa condición aporta? No me considero en disposición de contestar a estas preguntas por mi situación de anonimato, así que no lo haré. Lo que sí que puedo afirmar sin miedo es que muchas deberían de ser esas ventajas, y no sólo económicas, para que yo aceptara, caso de tener la ocasión, entrar en el selecto grupo de la fama.

lunes, 2 de julio de 2012

Españoles por...

Sé que si me pusiera a criticar (en el mal sentido de la palabra) toda la programación televisiva actual me faltaría blog (y hasta memoria virtual en toda la intranet) para despotricar contra todo eso que se hace llamar, muy acertadamente, “telebasura”. No lo haré, tranquilos, pero sí que me gustaría disertar brevemente sobre una rama de la programación de casi cualquier canal cada día más extendida que son los famosos programas en plan “españoles por el mundo”. 

La primera crítica reside en el plagio descarado, en la copia evidente que se van realizando unos programas de otros. Eso no es nada nuevo. Cada vez que sale un programa o serie con relativo éxito no tardan ni  unas semanas en comenzar a emitir en la parrilla televisiva doscientos programas que, quizá cambiados de nombre y con un enfoque que pretende disimular el obvio calco, son imitación casi intacta del original. Mismo perro con distinto collar. Eso es lo que ha ocurrido con esta familia de elementos del mismo grupo. No he tenido el menor interés por averiguar cuál fue el original y cuáles los sucedáneos, pero lo que es evidente es que la familia crece cada día más. Aparte del archiconocido “Españoles en  el mundo”, han llegado a mis oídos (que no a mis ojos) títulos  como “Madrileños por el mundo”, “Andaluces por el mundo”, “Murcianos por el mundo”, “Destino: España”… Incluso aquello que José Mota anunciaba hace un par de años a modo de parodia de “Españoles por España” parece que ya ha sido llevado a cabo, con otro nombre menos ridículo pero con la misma esencia, como “Conectando España”. Y de buen seguro que cualquiera que pase ante la caja tonta algún rato más que yo al día sería capaz de mencionarme dos o tres títulos más bajo los que subyazca la misma esencia. En fin, que ya no solamente se plagia el programa sino que ni tan siquiera se molestan en buscar un nombre que oculte la evidencia de la inspiración. 

En cualquier caso, si al menos la idea del formato fuera algo más atractiva, incluso estaría dispuesto a perdonar tanta fotocopia (¡si será por ciudades en el mundo!). El problema es que ni los propios fundamentos de dichos programas son, en mi humilde opinión, aptos para explotarlos hasta límites infinitos. Me explico. No es que me parezca mal la idea de mostrar al ciudadano de a pie lugares y ciudades desconocidas para él y que, quién sabe, el destino le puede deparar algún día. No les voy a mentir, solamente he visto dos o tres ediciones de algunos lugares que iba a visitar de forma inminente, en la ilusa idea, oh pobre de mí, de sacar alguna sugerencia nueva que no me hubiera aportado previamente mi escueta guía de viaje o Wikipedia. Eso sí, pude apreciar con todo detalle la casa del españolito inmigrante, su trabajo y la cafetería donde se toma el croissant cada mañana, datos fuertemente relevantes para mis devaneos por el mundo (léase irónicamente). Quizá sería cuestión de contabilizar el tiempo exacto en el que se nos muestra la ciudad en cuestión y el dedicado a la vida privada del improvisado presentador, a mostrarnos a su cónyuge, a sus hijos, a la suegra y al primo que fue de viaje solamente para salir en la tele. 

Remitiéndonos a las pruebas, es de suponer que este enfoque debe proporcionar algo novedoso y atrayente, pues desde que tengo uso de razón vienen poniendo documentales en La 2, muchos de ellos de ciudades o países, y jamás han tenido un índice de audiencia que se acerque ni levemente a cualquier “Españoles por el mundo” o “Villarribenses por la Conchinchina”. ¿Cuál es la clave? ¿Los horarios de emisión? ¿Si se emitieran los documentales de La 2 a las diez de la noche los vería tanta gente? ¿O es que tanto nos tira cotillear en la privacidad ajena, aunque sean completamente desconocidos? Supongo que seguiré en mi duda, como seguiré sin explicarme las audiencias escandalosas de determinados programas que “¡Por favor, Sálvame!” Dios de verlos. ¡Incomprensible cerebro humano! En fin, mientras los directores de las cadenas se forran a base de meternos hasta en la sopa programación absurda de bajísimo presupuesto, permítanme que siga maltratando mi intelecto viendo los documentales de La 2.