lunes, 4 de julio de 2016

Humilde dedicatoria

Mediaba el pasado mes de septiembre cuando, a pocos días de iniciar un esperanzador curso, me incorporé a mi nuevo centro. Con mis compañeros recién conocidos y con mis ideas más o menos claras, había que pasar a la elección de cursos. Siendo el último mico de tan amplio departamento, mi fuerte deseo de escaparme por un año de ser tutor se atisbaba harto difícil de cumplir.
Guiado por mi instinto matemático y asumiendo que otro curso más recaería sobre mí la responsabilidad de tutelar a un grupo de perdidos adolescentes, opté por elegir un grupo de primero de bachillerato como mal menor, esperando que tuvieran la suficiente madurez intelectual como para pasar un año tranquilo. A día de hoy puedo afirmar que la decisión fue completamente acertada y que esta vez la suerte me hizo dar con unos jóvenes más salaos que las pesetas.
Pocas veces he congeniado tan bien con un grupo, así que, cuando ocurre, hay que exprimir con descaro y sin piedad esta excelente relación para sacar lo mejor de ambas partes.
Tal fue el buen rollo reinante que no pude (ni quise) rechazar vuestra oferta para comer con vosotros, invitación del todo grata y en la que disfruté de vuestra compañía, además de recibir de vuestra parte una ofrenda muy práctica que os agradezco de corazón.
Precisamente fue en el transcurso de ese agradable mediodía cuando recibí de algunos de vosotros la petición de un último favor: la inclusión en este diario de a bordo de unas palabras con un breve mensaje de decicatoria para vosotros. Cumplida mi promesa, ahora es mi turno para pediros algo. Al acabar la entrada volved al inicio y releedla en vertical, solo tomando la primera letra de cada línea y obviando el resto. Con eso quedará completo mi agradecimiento.
Buen verano a todos y ojalá el destino nos vuelva a juntar.