Más de uno me podrá achacar que, como matemático confeso que soy, me deje los temas lingüísticos para aquellos que controlen más los asuntos literarios, pero, en contra de lo que muchos piensan, las ciencias y las letras no están en absoluto enfrentadas. Para muestra un botón, este humilde servidor que, si bien profesionalmente se gana las lentejas gracias a números, algoritmos y raíces cuadradas varias, es un ferviente defensor del buen escribir y que, no en vano, hace lo posible por sustentar este pequeño rincón virtual a base de ensayos de calidad discutible.
Es por esto que me siento en pleno derecho de emitir una
enérgica crítica contra una institución que, por otra parte, admiro y respeto
como es la Real Academia
Española. Cada año surgen inevitables polémicas cuando llega una nueva hornada
de vocablos nuevos, pero no va por ahí mi indignación. Soy perfectamente
consciente de que la humanidad avanza, la tecnología también, las modas cambian
y nuestro lenguaje debe adaptarse a los nuevos tiempos. No tendría sentido, por
ejemplo, que a día de hoy la RAE
no aceptara términos como Internet o móvil. Es cierto que en ocasiones se
cuelan vocablos demasiado precipitados y que no han llegado a ser tan aceptados
como para que su inclusión no genere polémica, pero bueno, este punto lo puedo
perdonar.
Lo que no me siento en disposición de indultar es cuando,
por el frecuente mal uso dado desde el populacho, se aceptan como válidas
palabras, conjugaciones o expresiones que anteriormente se consideraban errores
gramaticales o sintácticos. Disculpen mi osadía, señores académicos, pero me
parece una actitud bastante cobarde el hecho de que la forma de evitar que se
caiga en un error sea dejar de considerarlo como tal. Salvando las distancias,
pero me van a permitir que realice una extremista comparación. Imaginen que, de
repente, se multiplica exponencialmente el número de hombres que agreden
físicamente a sus respectivas parejas. Nuestra seguridad estatal, o el
organismo competente, no puede aceptar que en nuestro país se cometan tantas
ilegalidades, así que decide que el maltrato físico al cónyuge esté tolerado y
así se erradican de una tacada cientos de miles de delitos. Suena ridículo y
completamente ilógico (y si a algún lector le parece realmente una solución
adecuada le invitaría amablemente a abandonar este rincón virtual para no
volver nunca más). Pues bien, esta irreal situación la veo bastante
equivalente, insisto, salvando las distancias, ya sé que hablando o escribiendo
mal no se le hace daño físico a nadie, tal vez simplemente a su oído o su vista
pero no más, decía, me parece equivalente a las aceptaciones de la RAE.
¿Quieren casos concretos? Faltaría más, allá vamos. Solo.
¿Adverbio o adjetivo? Hasta hace no mucho se podía diferenciar su función por
una tilde o su ausencia sobre la primera vocal. Ahora, aunque muchos seguiremos
escribiendo la tilde cuando de un adverbio se trate incluso sin estar obligados
a ello, tendremos que calentarnos la cabeza cuando leamos ese vocablo sin tilde
y nos tocará investigar cuál es su función. Otra. ¿Saben ustedes lo que es un
murciégalo? Sí, un murciéGaLo, ese mamífero con alas nocturno que se asocia con
frecuencia a los vampiros. Vamos, lo que de toda la vida de Dios ha sido un
murciélago. Pues bien, si por algún motivo usted, amable lector, tenía
interiorizado el error de intercambiar la ge con la ele, ya no tiene que
preocuparse, ya habla usted perfectamente, al menos esta palabra. Y así otras
como toballa o almóndiga. ¡Manda uebos! (sí, también se acepta así).
Acabaré poniendo un último ejemplo que afecta a mi condición
profesional. Exágono. No me pueden negar que acaban de sentir un dolor de ojos
similar a una patada en los riñones. Pues, en efecto, también está admitido. Lo
que disfrutaba yo bajando décimas en aquellos exámenes en que aparecía
mencionado el polígono de seis lados sin la hache inicial, y resulta que ya no
es lícita esa penalización, pues la ortografía es correcta. Y no se piensen que
es algo tan nuevo, esta aberración la descubrí hace más de diez años, a lo cual
añadiremos el tiempo que ya llevara en circulación. Mi único consuelo es que al
escribir esta entrada he vuelto a buscar este delito en la web de la RAE y, aunque sigue estando
aceptado a día de hoy, aparece como “artículo propuesto para ser suprimido”.
Algo es algo, podré volver a penalizar como se merecen aquellos controles con
este gazapo, pero el avance es inexistente si, a cambio de que la hache vuelva
a ser obligada en este hermoso polígono, son ahora mis compañeros de Ciencias
Naturales los que deberán morderse la lengua y contener sus ganas de
penalización cuando en un examen algún pupilo les ponga como ejemplo de mamífero volador un murciégalo.
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