Como hombre de ciencias que soy y
que fui ya desde adolescente, siempre tuve algo atragantada la asignatura de
lengua española, aunque vaya por delante que sí que me gustaba (prueba de ello
es mi actual afición a escribir). Eso sí, algunas cosillas logré retener en mi
limitada cabeza, y una de ellas fue el llamado metalenguaje, esto es, hablar
del lenguaje a través del propio lenguaje. Pues bien, en esta entrada mi
intención es metabloguear, palabrejo que me acabo de inventar y que vendría a ser
algo así como hablar sobre los blogs en mi blog.
Cierto es que a día de hoy quizá
posea un mayor auge el mundo de los canales de vídeos. Qué le vamos a hacer, la
gente prefiere que les den las cosas mascadas y limitarse a ver y escuchar
antes que leer. Con todo, los blogs siguen estando ahí presentes, resistiendo
como gato panza arriba ante las emboscadas de los partidarios del vídeo y
siendo un chaleco salvavidas para aquellos que no se consideran demasiado
agraciados para filmarse o que meditan demasiado tiempo una frase antes de
reflejarla (me incluyo en ambos grupos).
Igual que en la vida misma, en la
existencia de un blog se pueden ir alcanzando diferentes hitos. Los más
habituales son los que hacen referencia a alcanzar un cierto valor en algunos de
los contadores: número de seguidores, de entradas, de comentarios, etc.
Normalmente un bloguero se congratula cuando alcanza una de esas cifras
conocidas como “redondas”. Es frecuente leer expresiones del tipo “este blog ha
alcanzado la friolera de 100 entradas” o “ya hemos superado los 500
seguidores”. Permítame el lector un breve paréntesis para protestar por el
desprecio que este hecho supone hacia el resto de números. ¿Por qué ha de ser
el 247 más feo que el 100? ¿Sólo porque no acaba en cero? Protesta hecha,
seguimos para bingo.
Ahora bien, no todos los logros
de un blog se basan en números y en contabilidades varias, hay otros hechos que
pueden ser indicadores bastante fiables de que ese rincón virtual está
creciendo. Pregúntenle a cualquier dueño de estos entrañables lugares la cálida
sensación al recibir de un homólogo escritor la petición de que los respectivos
blogs sean mutuamente enlazados.
Pues bien, a día de hoy,
acercándome a los siete años desde que comencé esta odisea cibernáutica, su
humilde servidor tiene el placer de anunciar a su fiel tripulación la
consecución de otro objetivo: la primera petición para que otro blog sea
publicitado en éste que leen ahora mismo. No negaré que me invadió una infantil
ilusión al recibir dicha propuesta hace unos días y que hubiera aceptado la
invitación aunque la web que me hubieran sugerido publicitar hubiera sido más
mala que el hambre, pero en este caso además el placer es doble al saber que el
sitio propuesto es realmente interesante y con una calidad palpante, así que le
deseo y le auguro un próspero futuro.
Pidiendo perdón a esa persona por
el tremendo rollo que precede a la presentación de su rincón (ya saben ustedes que
no acostumbro a ser demasiado directo) y respetando su solicitado anonimato,
aquí les dejo, fieles lectores, la dirección de ese su blog:
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